Infancia en la alberca de «La Rubia»

Hay parajes que fueron escenario de nuestra infancia. En el conocido como “La Rubia” resuenan todavía las voces de los chavales que se propusieron un día limpiar la alberca para poder refrescarse en el caluroso verano cordobés. No contaron con que la maleza salvaje que la llenaba les haría trabajar duro, pero en esos momentos nada suponía un obstáculo insalvable para ellos. Así que pasaron los días de verano reuniéndose en el mismo lugar, atravesando las colinas de olivares centenarios de «La Rubia», escapándose a cualquier hora para llevar a cabo la ardua tarea de limpieza. 

Camino a la alberca entre olivares

En las noches estrelladas montaban tiendas de campaña para aprovechar el tiempo al máximo y, de paso, colonizar el lugar. Entre risas y cuentos, miraban al cielo en busca de las constelaciones de los libros, esperando estrellas fugaces a las que pedirles su mayor deseo: una alberca llena de agua fresca.

Amapolas en primavera en el paraje de «La Rubia»

Los últimos días de verano, a las puertas del nuevo curso, ocurrió lo inimaginable: el estanque lucía limpio, sin enredaderas ni musgo en el fondo. Así que se reunieron vestidos de gala con sus bañadores, para inaugurar con pompa el aljibe soñado. Abrieron las compuertas de la acequia y el agua empezó a correr despacio, mientras los niños y niñas miraban conmovidos cómo se llenaba la piscina. Pasaron horas hasta que pudieron meterse en ella. Lo hizo primero una niña osada que gritó al contacto con el agua helada del manantial. El frío de las aguas subterráneas fue olvidado por todos ellos cuando se metieron todos juntos, chapuzando y salpicándose celebrando con bullicio la más grande de sus conquistas estivales. Más grande aún que la de conseguir robar fruta o salvar vencejos caídos del nido.

El cortijo abandonado del paraje de «El Rubio», en Almedinilla

Paseando en primavera por “La Rubia” nos parece oirecos de algarabía a lo lejos. Tras pasar el cortijo abandonado, llegamos a la alberca. Vuelve a estar llena de maleza. Espera paciente al verano, a esos niños que la liberarán con sus horas, sus juegos y sus risas.

El cortijo abandonado del paraje de «La Rubia», en Almedinilla